«¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción;
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.»
Pedro Calderón de la Barca, 1953
Pequeños momentos que destellan ilusión
¿Quién no ha cerrado los ojos y ha pedido un deseo con mucha ilusión al soplar las velas de su tarta de cumpleaños cuando era un niño, o no tan niño claro?
O en una noche cerrada, al vislumbrar una estrella fugaz ¿quién no ha deseado algo en silencio con la esperanza de que algún día se cumpliera?
Lo curioso de pedir deseos es que típicamente los pedimos en silencio. Para nosotros mismos. Guardados en la caja fuerte de nuestra alma. Y aunque este secretismo puede tener algo de mágico y misterioso ¿qué pasaría si los verbalizáramos?
Y si mi deseo no se cumple…
De pequeños aprendemos que no debemos hacerlo ¡no vaya ser que no se cumplan! De ahí que interioricemos nuestros anhelos y que en muchas ocasiones no los comportamos. Esto puede llevar a no pedir abiertamente lo que deseamos. No porque no queramos, sino por el miedo al fracaso, la desconfianza en los demás o incluso en nosotros mismos.
El fracaso es un compañero de vida muy repudiado, pero ahí está. Presente en la vida de todos y escondido en la de muchos. Aunque es recomendable recordar a ese compañero de viaje que es el fracaso, que tal vez no tiene un papel protagonista en nuestra vida. Al igual que tampoco nuestros deseos están creados para cumplirse siempre.
La función de los sueños es la de soñar. Permitirnos volar en nuestra mente con los pies en la tierra y seguir creyendo en algo más allá de nuestra vida cotidiana y rutinaria.Pero ahí vamos nosotros y en vez de dar espacio a esos deseos que nos nutren, los atrincheramos. Los escondemos en alguna parcela remota dentro de nosotros mismos bajo llave.
El poder de la imagen
Por el contrario en la era de las redes sociales en las que nos ha tocado vivir, ocurre lo contrario. Compartimos abiertamente nuestras casas, lugar de vacaciones o nuestro desayuno-comida-cena si es apropiado o lo suficientemente chic. Todo se comparte y muchos lo hacemos. Eso sí todo aparece perfecto y reluciente en la mayoría de los casos. Todo está bajo control en la foto.
En cambio con los deseos pasa algo distinto. Son impredecibles, están fuera de nuestro control. Desgraciadamente hoy en día no conseguir nuestros objetivos, no alcanzar nuestras metas profesionales o equivocarnos, está muy mal visto. Tiene muy mala fama.
La ventaja de equivocarse
El equivocarse da miedo y puede incluso generar culpa o vergüenza. Esa vergüenza que nos quema y nos achica. Haciendo que incluso nos sintamos invisibles, al igual que podemos invisibilizar nuestros sueños ¡Cómo si el tren pasara sólo una vez! Pero vamos a ver ¿es que no hay suficiente variedad de medios de transporte? En el incómodo proceso de caerse podemos desarrollar soluciones diferentes y plantearnos rumbos alternativos al marcado inicialmente.
Para ello es importante cultivar ese verdugo de muchos que es la frustración. Sabiendo que será difícil pero permitiéndonos redefinir nuestros límites. A ir un poco más allá. A aprender a vivir con nuestras decepciones para así sementar nuevos sueños pero eso sí con una tierra mucho mejor abonada, capaz de tolerar temporales.
Desde esta postura mucho más enraizada será más fácil mirar al cielo y gritar tus deseos. Sabiendo que tal vez no se cumplan o tal vez sí. Da igual. Lo importante es conocer esos deseos que te acompañan y alimentan tu espíritu. Seguro que cuando unos desaparezcan otros nuevos ocuparán su lugar. Compártelos sin miedo, todos nos equivocamos. Pero y ¡lo bonito que es soñar aunque sólo sea por un momento!