Cuando das a luz no sólo nace tu bebé, naces tú también como madre.
Una parte nueva de tu identidad que desconocías hasta ese momento. Con tus inseguridades y miedos pero también con todas tus fortalezas y un amor inmenso que no sabes ni siquiera que existía. Si al terremoto de la maternidad le añades tu experiencia de vivir en el extranjero es normal que experimentes confusión, inseguridad o que te sientas sola. Imposible no sentirse así ante tales circunstancias.
Te diré que se estima necesario por lo menos 3 generaciones para que nazca un sentimiento de pertenencia a un lugar determinado. Si te sientas aislada o desvinculada en tu nuevo lugar de residencia, no es tu culpa. Es fruto de la compleja realidad que estás viviendo. Eres madre y vives en el extranjero.
Después de un largo parto, el ginecólogo le dice a Luisa que su bebé recién nacido está bien y pueden volver a casa.
Respira, todo va bien. Aunque todavía tiene mil preguntas por hacer no tiene fuerzas para hablar. De todas maneras tampoco sabe muy bien cómo verbalizarlas. Luisa no domina todavía el idioma del país en el que vive y se siente perdida.
Así que asiente con una sonrisa y empieza a hacer la maleta para poder volver a casa junto con su pareja y su bebé, Lucas. La exaltación y la angustia recorren su cuerpo sin que tengas muy claro que le pasa. Se ha convertido en madre lejos de su país de origen, lejos de su familia y de los códigos y conductas de crianza que conoce. Una identidad nueva acaba de nacer en ella en un país desconocido en muchos sentidos. Con ella una emoción desbordada y el desconcierto. ¿Seré una buena madre? ¿Sabré cómo hacerlo?
Luisa piensa en mandar un WhatsApp a su familia junto con las 20.000 fotos que ya ha sacado al bebé. ¡Ojalá estuvieran aquí!, piensa. Hay tantas cosas que le gustaría saber y no tiene ni idea… Siente la falta de sus seres queridos como una espina clavada. Ella que siempre ha sido una desapegada según su madre, ahora busca encarecidamente el arropo de “los suyos”. Pero Lucas empieza a llorar y se le olvida todo lo demás. Se funde con él en un abrazo y retoma su labor de madre. Espero que no le duela nada, se dice.
Su pareja coge la maleta para dejar atrás el hospital y poner rumbo a su hogar.
Al llegar a casa, Luisa está desubicada. Entre el carrito, la silla o la nueva bañera que no sabe todavía donde va a colocar, no encuentra su sitio.
Ha hecho todo lo que le han recomendado para dar la mejor bienvenida posible a Lucas. Ha decorado su habitación, ha leído varios libros sobre lactancia materna, incluso se ha familiarizado con distintas modalidades de alimentación como el baby lead weaning. Pero nadie ha explicado a Luisa cómo se sentiría al llegar a casa. Una revolución hormonal se apodera de ella. La alegría de tener a su bebé entre sus brazos se mezcla con la tristeza al sentirse muy lejos de todo y de todos.
La llegada de un bebé a un hogar demanda una reestructuración de la unidad familia a todos los niveles. Luisa, como cualquier otra nueva madre, necesita todavía digerir los cambios hormonales, corporales, emocionales, de pareja o laborares que implica la maternidad. Demasiado por asimilar en muy poco tiempo. Así que Luisa se distrae mirando por la ventana y ve a su vecina paseando a su hija de 4 meses. Ella parece llevarlo fenomenal. Luisa siente que no va a poder hacerlo así de bien.
En realidad, la experiencia de Luisa no es sólo suya. Es una experiencia compartida por muchas madres. Luisa necesita darse tiempo. Tomarse su tiempo para aterrizar en su casa y en su nuevo rol de mamá. Tiempo para crear nuevos espacios donde poder estar con Lucas en sintonía. Tiempo para poder mirarle, cantarle o abrazarle. Para conocerlo mejor y que Lucas la conozca a ella. Para así retroalimentarse y nutrirse de afectos mutuamente. Conseguir ese clima de cuidados y presencia demanda tiempo, paciencia y compromiso. Luisa también necesita sentirse acompañada en esta tarea.
Una madre necesita casi tanto como el bebé recibir atención, cariño y comprensión.
Para ello es importante que la madre cultive sus relaciones en la medida de lo posible, con su pareja, con su familia y con otras madres.
Una madre necesita sentirse cómplice con su pareja para crear una nueva dinámica familiar. Para no sentirse sobrecargada de tareas y sí entender que no tiene que llegar a todo. Sentir que es mucho más que una máquina de producir leche cada tres horas y que tampoco tiene porqué ser una súper heroína que puede pasar noches eternas en vela. Una madre se agota, puede pedir ayuda y es normal que se siente irritada en ocasiones. Todo esto supone hacer numerosos ajustes en la pareja. Luisa, como muchas otras es una nueva madre dedicada a su bebé pero es humana. Es una mujer y su vida de pareja también es importante.
Para los nuevos padres que viven lejos de sus familias de origen esta labor se complica ya que se encuentran aislados o distantes de la red invisible de apoyo que es la familia, abuelos, tías o amistades. En estos casos puede llegar a existir una privación de la transmisión intergeneracional de cuidados, valores, costumbres o juegos. Sin embargo la comunicación sigue siendo necesaria. Es por ello que las nuevas tecnologías en cierta medida contribuyen a que esta función no se pierda. Las llamadas, los mensajes y los videos ayudan a crear vínculos en la distancia y a rellenar los silencios de las horas infinitas en el día a día de una nueva madre o padre.
Cuando eres madre te encuentras con una nueva necesidad vital que es la de rodearte de otras madres. Sobre todo si tu madre vive lejos, sentirás un deseo de compartir, de preguntar, de hablar con mujeres que transitan también la maternidad con sus luces y sus sombras. De crear momentos de reflexión y de intercambio, momentos en los que puedas mirar hacia dentro para preguntarte: ¿ Qué tipo de madre quiero ser?
El hecho de poder escuchar, de sentir que lo que tú estás viviendo lo han vivido y lo viven todos los días otras mujeres te ayudará a sentirte menos sola, a sentirte aliviada y a aprender de otras experiencias. A sentirte parte del ciclo universal de la vida. Si donde vives no encuentras otras mujeres con las que compartir tus dudas, tus alegrías o tus miedos, puede que los grupos a través de las redes sociales puedan ayudarte a crear tu propio círculo de apoyo de mujeres.
Para finalizar tan sólo recordarte que las madres perfectas no existen.
Ser madre en el extranjero, puede ser una experiencia muy gratificante y tu hija o hijo se beneficiará del contacto con varias culturas ¡Todo un regalo! Pero el camino puede que sea duro en ocasiones. No intentes ser una madre perfecta, no puedes serlo, no existe. Afortunadamente Luisa tampoco podrá. Sólo así su hijo Lucas se convertirá en un niño resiliente y feliz. Recibiendo amor y aprendiendo diariamente de los pequeños errores para manejar sus frustraciones y sinsabores cotidianos. Tal y como proponía el psiquiatra infantil, Winicott, una madre “suficientemente buena” cubre todas las necesidades de su hijo. Le ayuda a desarrollar empatía y un apego seguro. Se equivoca e intenta reparar sus errores, transmite amor e intenta poner límites que guían y orientan a su hija o hijo. Una madre maravillosamente imperfecta.
Un abrazo, mucha salud y fortaleza.
Lorena
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